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EL DÉBIL DISCURSO DEL PAPA

Agotado

Juan Pablo II tuvo que renunciar a la lectura de su discurso nada más balbucear el primer párrafo. La saliva, los problemas respiratorios y la dicción incomprensible le obligaron a entregárselo a un sacerdote subalterno de la Secretaría de Estado.

El contratiempo provocó cierta estupefacción entre las autoridades y feligreses congregados ayer en el aeropuerto de Bratislava.Sobre todo cuando Karol Wojtyla perdía el hilo del discurso o prolongaba los silencios en medio de una molesta ventolera.

Urland acudió velozmente a relevar la intervención de Juan Pablo II, consumido en el trono pontificio y aparentemente ajeno al desarrollo de la ceremonia. Muchos compatriotas acudieron a arroparlo devotamente, pero el Papa, inexpresivo y frágil, apenas advirtió el ajetreo de las banderas polacas ni los aplausos de la feligresía eslovaca.

«El Papa quería seguir leyendo y terminar el discurso. No ha podido hacerlo, y me parece lógico que se le haya querido aliviar su esfuerzo», señalaba ayer el portavoz vaticano, Joaquín Navarro-Valls, para ahuyentar los rumores apocalípticos.

Juan Pablo II no se dio por vencido e intentó retomar el discurso, pero la iniciativa demostró que el Santo Padre, de 83 años, no puede aguantar el peso del solideo ni resignarse al aplauso piadoso de los miembros del séquito pontificio.

Juan Pablo II estaba exhausto. El parkinson, la artritis y los problemas respiratorios se han complicado tanto que el Santo Padre apenas puede cumplir las tareas elementales.

De hecho, la escala de cuatro días en territorio eslovaco representa el único desplazamiento internacional que ha programado la Secretaría de Estado a medio plazo. Juan Pablo II tenía la intención de visitar Mongolia, pero los doctores romanos le han constreñido a sacrificar la agenda de viajes, mientras las condiciones de salud permanezcan tan precarias.

(En base a El Mundo)